miércoles, 8 de octubre de 2008

La tristeza nunca se va del todo...

A veces, por más que uno quisiera levantarse y enfrentar al mundo en todos sus retos, es imposible...



Un recuerdo, una frase, una imagen; de cuando se era más joven, de cuando tenía uno el mundo a sus pies, de cuando las mayores tragedias solo consistían en uno que otro tropiezo con los novios, un permiso no otorgado para salir el viernes en la tarde o tal vez hasta un examen reprobado.



De que manera cambia la vida a tan temprana edad? Cómo un muchachillo de 16 años puede tomar una decisión tan terrible, sumiendo a los que lo rodean en un halo obscuro de duda y temor...



Justo en ese momento se termina la sencillez de la vida, justo en ese momento deja de tener importancia el que se cancele una fiesta, que no haya permisos para ir al cine, que el novio no llame...



A nosotros nos cambió la vida la muerte de alguien de nuestra edad, el momento es trágico para cada quien, desde el ángulo en que lo vive.



Para quien haya pasado el infierno de una violación, el dolor de la orfandad, el truncar la carrera para empezar a trabajar, a cada quien su tragedia y a cada quien su dolor.



Es ahí donde el hombre comienza a ser hermano, justo en el instante donde deja de burlarse y siente casi al mismo nivel del otro.



A cuántos de nosotros no nos dijeron que la decisión de un suicida es de cobardes? A cuántos nos permitieron llorar? Y a cuántos nos hicieron callar?


Estoy segura que las hadas guiaron su camino a dimensiones más puras y menos dolorosas, esa es mi esperanza.




Los años pasaron, las canas aparecieron, también las arrugas, pero la tristeza nunca se va del todo, a veces... se queda bajo la piel...











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