sábado, 26 de diciembre de 2009

Invierno


Te extraño tanto en estos días...
Los días en los que el sol sale, pero no calienta...
Los días en los que a veces brilla y a veces se oculta tras las nubes.

Esos días en que el viento del Sur congela el mar  y en las montañas se vuelve aún más frío.
Esos días en los que solíamos abrigarnos y caminar sin importar como el viento nos quemaba la faz.

Esos días cuando ningún filtro servía y todas las fotos se quemaban por la brillantez del refeljo solar en los charcos.

Te extraño tanto en estos días...
Los días en que a mitad de la guardia llevabas café caliente...
Los días en que la carretera era como la vida misma.

Esos días en que las chimeneas del refugio  consolaban nuestro cuerpo, cansado de andar por la montaña...
Extraño las discusiones, extraño las ilusiones, extraño cuando no necesitabas lentes, cuando tu vista era la del águila y con un simple parpadear cambiabas las direcciones.

Te extraño tanto en estos días...
Los días en los que sólo me queda observar.
Los días en los que la aventura se agotó para nosotros...

Te extraño tanto cuando el frío te contrae, cuando necesitas abrigos y batas, encerrarte en calefacciones.
Extraño cuando el pecho no se te desgarraba al toser, cuando el frío no te dolía en el cuerpo.
Cuando el aire helado se calentaba con tu sonrisa...

Extraño vivir en el invierno, y año tras año me pregunto si habrá valido la pena, permitir que tu cuerpo requiera ahora hibernar; dejándome a la deriva, esperando por tí hasta la primavera...

lunes, 7 de diciembre de 2009

Y así....





Tan cercanos el uno del otro, tan lejanos en el mismo espacio.
Siglos de presencia, instantes de ausencia...

Espacios claves, con la luna como testigo,
buscando conquistar el mundo, trepados desde un árbol.

Sin fronteras existentes entre ambas almas, con muros de contención entre ambos cuerpos, transitan sin prisas en el diario acontecer.

Momentos robados al tiempo,
tiempo robado al silencio, silencio fundido al destino

La unión hubiera resultado complicada, casi al punto del quiebre, ambos necesitan crecer.
Crecer siendo protegidos; ninguno de los dos es capaz de brindar ese instante.

Y la lluvia comienza a deslavar sin miramiento, sin detenimiento...
La luna, cómplice antaño, hoy por hoy, es tan sólo mudo testigo del paso del tiempo,
de la promesa que se quedó atrapada en el aire.

Y así, dentro de esta pobreza, es parte uno del otro, sin poder mirar las estrellas desde el mismo blacón, aún cuando las estrellas sean las mismas al otro lado del mar...