viernes, 25 de septiembre de 2009

El retiro

Es verdad, todo accidente produce heridas, en ocasiones son individuales y en otras masivas; cada herida produce una cicatriz, algunas son simples y otras de tipo keloide.
Esto también se refleja en cada uno de los campos, si existe una marca en la piel, en la misma región y proporción existirá en el campo mental y sobre todo en el emocional.
Esto es, la mente difícilmente ignorará el evento, el alma lo tendrá presente noche y día.

En un trauma no solo el paciente permanece con la cicatriz, los cirujanos las adquirimos al mismo tiempo, en especial cuando hay necesidad de declarar la hora de muerte.

Firmar el certificado de defunción es sumamente complejo, en sí es un papel que lleva el nombre personal junto con el número de cédula profesional; los datos personales del paciente y la causa de muerte.
Al calce de la hoja: la firma de uno.

La frustración, rabia, ira, impotencia y demás sentimientos encontrados, se van encerrando en el casillero junto al libro de anatomía y los dulces que comemos para no dormirnos.

Muchos han cuestionado mi decisión al retirarme, aquellos que conocen mis manos seguirán reclamando como se privó a la medicina de esta habilidad; aquellos que conocen mi alma saben bien que no fue falta de temple para continuar, sino saturacion de dolor

¿Quieres saber por qué me retiré?
Caminemos juntos en las imágenes de mi mente y alma, al final, el juicio es tuyo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Los médicos

Los médicos somos personalidades extrañas. Tenemos la sensibilidad necesaria como para condolernos por el de enfrente, la rabia suficiente para intentar cambiar el curso de las cosas, la soberbia amplia para tomar decisiones instantáneas, amparados en el correcto actuar para el bien del paciente.

Cualquiera pensaría que somos seres completos sin ninguna carencia; seres incapaces de deprimirnos, indolentes e insolentes, existen algunos ejemplares así, la mayoría luchamos por llegar a donde estamos, para después desear no estar ahí.

A veces, ni nosotros nos entendemos, sólo nos queda claro que estamos donde queremos estar.

Recuerdos graves, difíciles, casi siempre nos refugiamos en los cuneros, en el área de altas, recordamos así el motivo del trabajo, para quienes trabajamos, aún cuando el mundo siga siendo cruel, rápido; aún cuando nadie se detenga a ver al otro.

Los tiempos son distintos, las dimensiones traspasadas en ese justo instante cuando la sirena ulula, cuando ante los ojos ajenos el tiempo pareciera correr de forma más veloz, ante los ojos del paramédico el tiempo se vuelve eterno, se detiene...Cuando la premura por llegar al hospital lleva involucrada la angustia de traer un niño en paro cardio-respiratorio.
Las dimensiones cambian, se trastocan y a veces logramos traspasarlas, pero jamás modificarlas.

Las relaciones nos aterran, cuando nos involucramos, todo sale al revés, descontrolado, desesperado. La rutina se vuelve difícil de cumplir, ya no sólo es un paciente, ahora tiene historia, amigos, padres, hermanos, parejas.

Los médicos nos pasamos la vida estudiando como salvar la vida de los amigos, hermanos, hijos, padres y parejas de los demás; es por eso que cuando tenemos un espacio para dormir no tenemos padres, ni hermanos, ni amigos, ni hijos y a veces... ni pareja; sólo nos tenemos a nosotros mismos. Lo malo es cuando no nos soportamos...

jueves, 3 de septiembre de 2009

Los ángeles

Te acuerdas el último clave 3 que atendimos? para cualquiera podría ser una imagen dantesca, llena de sangre y restos.
Para cualquier persona normal sería una especie de sadismo el trabajar en esa carnicería, las exposiciones y los casos más graves.
Los residentes peleándose por conseguir una cirugía, por aprender.
Y los urgenciólogos intentando estabilizar a veces hasta operar en el cubículo porque los quirófanos están repletos.
Nada más duro que la sala de urgencias, el lugar donde se hace el trabajo sucio.
Claro no sin olvidar que los paramédicos ya han limpiado, intubado y canalizado cuando los entregan al hospital.
Cada paciente que colapsa es una batalla iniciada con la muerte, a veces se gana, a veces se pierde,a veces se gana una batalla,pero en quirófano se pierde la guerra.
Cuidarnos entre nosotros es parte de la guerra, los casos más dramáticos, nos llevan a escoger entre dos o más vidas, salvar al más viable, aún cuando veamos morir jóvenes, niños, madres frente a nosotros.
Ser médico no es fácil, el costo es muy alto y no me refiero únicamente al estudio y las jornadas de 50 horas sin dormir. No, me refiero a cuando hay necesidad de esconderse en la ropería para llorar por las decisiones tomadas y por las fallas cometidas.
Ahí, en la sala de urgencias es donde se convence uno de la existencia de los ángeles, pues de improviso algunos deciden desplegar las alas y empezar a volar...

También algunos demonios deciden deambular por los pasillos, escondiendo los insumos, las bandejas de intubación y toracotomías; por fortuna, la mayoría de las veces las encontramos a tiempo.

Al final, tras las gracias escuchadas y las lágrimas que nos atormentan en los días subsecuentes, la sala comienza a fluir como siempre, con la guardia a la espera...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Diez años

Fuiste mi ave encantada, mi motivo de lucha interna,
intrínseca y cruel, mas justa y sana.

Con la despedida te convertiste en mi lucero, alumbrando mis noches obscuras,
mis días de llanto.

Jamás te volví a encontrar en alguien; aunque caminabas a mi lado, despeinando mi cabello.
Viví a tu lado, creí morir igual.

Tu ausencia presente me enseñó...tu presencia ausente me alentó.

Hace una década, dos lustros o diez años.
La mayoría se ha olvidado.
En mí tu vuelo no se ha detenido, porque estás conmigo,
aunque no estés conmigo

Te seguiré en la obscuridad

Te seguiré en la obscuridad.

En esa la más densa de la noche, cuando la guardia se hace cada vez más pesada.
En esa hora terrible cuando las hipotermias inician, cuando la muerte corre a nuestro lado, cuando los recién nacidos aparecen envueltos en trapos sucios, abandonados en los basureros.

En esa hora maldita cuando hallas a las mujeres violadas, a los jóvenes ebrios tras el volante de un auto chocado, cuando te preguntas si el mundo mereciera otra oportunidad.

Justo antes que la criatura desfalleciente a la cual envolviste con la camisola y la calientas contra tu pecho, se aferra a tu dedo, como implorando por tu compañía, porque le des una oportunidad.

Desde ahí te acompañaré a la obscuridad para volver a caminar.
Ahora, sabiendo cuan vulnerables somos y como nuestra divinidad desaparece tras abandonar el quirófano.