lunes, 16 de abril de 2012

La extraño...

Vivió conmigo algunos años, fué parte integral de mí.
Como un amanecer, como un susurro al despertar...
La necesitaba para despertar, aún la necesito,
como un alcohólico requiere de un trago cuando despierta,
como un yoguini la meditación al alba...

Me volví torpe en mis reacciones, débil en mis emociones;
permití que extendiera la envergadura antes de tiempo...




Impávida, que no indolente, la ví elevarse,
segura que sería lo mejor,
y anclada a la certeza del bien ajeno, no tomé el tiempo,
tiempo necesario para comprender mi propio bien...

Se vació mi alma...

Y cuando hube de cambiar mi propio destino, ella no fué más.

Poco a poco fuí empezando el camino, sin embargo, en el fondo aún hay desatino...

Extraño su risa, sus tonterías, extraño su luz, su presencia,
extraño su sueño, su vigilia, extraño su calor, su espacio,
extraño su presente y su futuro, porque su pasado me pertenece.
Igual que con otros, su recuerdo... me pertenece.

martes, 10 de abril de 2012

Un proceso largo...

Hoy tuve ganas de escribir nuevamente, de volver a enamorarme cálidamente con el teclado, fundirme en él y en las dimensiones que abre lentamente; olvidar el bullicio de afuera, el ruido de los coches, las sirenas, las gotas de lluvia en mi ventana.

Hoy tuve ganas nuevamente de recordar quien soy y como soy, del porque soy así...
También vinieron a mi mente las imágenes más amargas de mi vida, desde mi niñez, pasando por mi escasa juventud, hasta mi reciente adultez.

¿Y realmente soy ya adulto?, ¿quiero serlo?, ¿o prefiero seguir siendo un niño sobreviviente?
Pero si sigo siendo un niño, debo atenerme a los abandonos físicos y emocionales; aunque también podría seguir regocijándome en los placeres sencillos de la vida, maravillándome con el amanecer y las semillas del diente de león al soplarlas y unirse al viento.
Las maravillas como sentir la brisa en el cabello; cómo pica la naríz cuando las palomas elevan el vuelo y sacuden el polvo de la plaza.

Si crezco, me olvido del sufrimiento, me torno egoísta, dejaré de creer en la infinita belleza del Todo, me preocupará más pagar la tarjeta, el piso, el auto del año, el último modelo de celular.
Dejaré de embobarme con un malabarista en la calle y consideraré que es una pérdida de tiempo ver a las parejas pasear enfrente del café.

Si sigo siendo niño, podré continuar hablando con el gato, pensando que de verdad me contesta; aunque... si crezco, dejaré de sufrir cuando alguien se marche...

Y en medio de tanto proceso inútil por volverme adulto... ceo que prefiero seguir teniendo reacciones y berrinches como los de una niña.