viernes, 31 de octubre de 2008

La muerte

Dicen que la muerte nos huele el destino, que nos acompaña día y noche sin tregua alguna; a lo mejor. En lo personal, prefiero pensar que nos conoce desde pequeños y se olvida por un tiempo, hasta que de repente se acuerda de nuestra existencia y es entonces, y sólo entonces, que viene a molestar.

Hay diferencia entre las "fiestas de muertos" y la presencia de la muerte; y si no pregúntenselo a mi amiga la doctora de urgencias que a diario y a cualquier hora se pone a discutir con ella para robarle un paciente; todo porque la muerte necia insiste en que quiere llevarse a alguien a su lugar frío y húmedo y mi amiga ( que también es muy necia ) le dice que no, ah! y cuidado que a quien quiera llevarse sea un niño, porque ahí sí hasta despeinadas terminan de lo fuerte que es la batalla; lo bueno es que casi siempre mi amiga es la que gana, y bueno, cuando pierde le da tanto coraje que eso la retroalimenta para la próxima batalla.

En estas fechas los panteones se llenan de flores, comida, juguetes y un poco de vida, en estas fechas, los muertos no se quedan tan solos como el resto del año, las ánimas caminan con más ánimo porque pueden sentir más de cerca a sus vivos, y eso las alegra.

En estas fechas el aire huele distinto, aparte del zempazúchitl y el copal, huele a tiempos de reconciliación a espacios de encuentros, a frío y a dolor.

Es entonces cuando los papeles cambian y las ciudades se mueren y los panteones reviven.

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