martes, 18 de noviembre de 2008

Ella

Hace muchos, muchos años, tuve una amiga; crecimos juntas, la mayoría de las personas que no nos conocía de antes pensaba que éramos parientes; a grado tal que decidimos presentarnos como primas.
Más que primas fuimos cómplices de muchas cosas, nos escapábamos de clases, del trabajo, de las guardias.
El mundo era nuestro y nos lo comíamos cada día.
Cuando empezamos a crecer, el cambio no afectó en nada, cada una tenía en claro sus tiempos y las parejas eran aceptadas mutuamente, entonces cuando una de las dos tenía pareja,algunas veces eran tres los boletos del cine o la comida, a veces eran cuatro.
Cada fin de semana corríamos a las antigüedades,( sin ellos por supuesto), cuando la vida cambió y llegó un nuevo integrante a la familia,pasó desapercibido y entonces éramos tres adultos y un bebé, juntos para todos lados.
Su mamá siempre procuraba instruirnos en el hecho de conservar nuestra amistad contra viento y marea.
¿Cómo olvidar las noches en la cocina? Cuando arreglábamos el mundo con una copa de vino y una cajetilla de cigarros.
¿O cuando se nos ocurrió pintar la cocina y se nos cayeron los muebles de la despensa encima?
¿Cómo olvidar las veces que aprendimos mecánica porque el carro nos botaba a mitad de carretera?
Cuando el compromiso llegó a nuestra vida, lo entendimos y lo compartimos.
Cuando la muerte llegó a nuestras vidas la una le secó las lágrimas a la otra.
Pero cuando la ambición de un hombre llegó a su vida, todo se acabó; fue entonces cuando años y años de complicidad y cariño se terminaron...
Hace poco la volví a ver, tiene la misma edad que yo, ahora aparenta más, el brillo de los ojos se le acabó a pesar de tener un hijo al lado.
Su madre murió en ese proceso,su pareja la dejó en la más completa bancarrota y ni ella ni yo pudimos superar la distancia.
¿Cómo la ambición de un hombre puede llegar a tanto?
¿Qué ganaba con alejarla de todos los que la queríamos?
¿Qué ganaba con destruirla?
Mi esperanza es volver a encontrarla en una condición de mayor apertura; y si no es así, cuando menos espero que Dios la acompañe.

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