jueves, 6 de noviembre de 2008

Hasta el viento tiene miedo

Hace dos noches se cumplió el terror de todos los paramédicos, bomberos, médicos de urgencias y personal de emergencias.
Un avión en desplome,en plena ciudad a hora pico.
La mayoría de las personas se lamentan el suceso por los que murieron en la aeronave; nadie ha tomado en cuenta que hay personas que jamás se sabrá que estaban ahí, personas que murieron calcinadas y de las que no hay un resto siquiera para identificar.
Una de las cosas que más llamó mi atención es el hecho de que nadie habló del trabajo de vulcanos, paramédicos, urgenciólogos y traumatólogos.
Estar dentro de las múltiples bufas que se forman con la combinación de la turbosina y la gasolina implica terminar con quemaduras de 1er. grado en la cara, e inevitablemente, con las vías respiratorias quemadas y con necesidad de oxígeno para recuperarse.
Los bomberos controlaron el siniestro para evitar que las explosiones empezaran a alcanzar otras instalaciones.
Los operadores de ambulancia, manejaron a todo lo que dieron las máquinas para llegar a los hospitales más cercanos y salvar la vida de los heridos que transportaban.
Los médicos especialistas recordaron sus conocimientos generales para atender a los heridos; esto fue porque el hospital de Perinatología era el más cercano.
Los pilotos de helicópteros aterrizaron muy cerca del incendio para poder llevar a los más graves, a los que por tierra no hubieran llegado...
Y ya en urgencias, muchos operamos en los pasillos, porque ya no había quirófanos.
La guardia terminó hasta entrada la tarde siguiente...
Sé bien que este tema se sale de la compañía diaria que me caracteriza; mas no puedo evitarlo, mi alma de médico y paramédico me exigen rendirle tributo a mi antigua perrada; admirando el valor y agradeciendo a Dios que no haya habido ningún caído de nuestros equipos.
Buena guardia, amigos míos.

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