lunes, 29 de junio de 2009

Huir, huir...


Ahora que estoy de licencia, ahora que esto no es oficial, puedo sin mayor prejuicio escribir desde donde me encuentro.
Las opciones no han servido para aprender, y no hay día que no recuerde el lugar a donde fui, aquellos segundos cuando abandoné el cuerpo.
No hay día que no tenga la mala intención de darme por vencida, ausentarme y permitir que el dolor desaparezca.
Perderme en ese espacio inexplicable a la raza humana.
Tantas y tantas almas que me aman, todos ellos correspondidos, y sin poder hartarme de ellos, sé cuanto les dolería y cuanto nos extrañaríamos.
Conozco también los juicios y prejuicios de familia, amigos y conocidos, aún en ese momento sería culpada por las decisiones.
El lugar del que hablo es tan bello, tan pleno... no tiene relación alguna con el limbo en el que vivimos.
Es como el amanecer en el lago, como la brisa tibia del mar cuando empieza a clarear, cuando los rayos del sol se abren espacio por ente las nubes, y pegan de lleno en la cara.
Como el canto de la primavera en el campo y el abatir de las alas de la garza al salir del agua.
Como la risa del niño sano, como la ilusión de la joven, como la mirada de la madre, como el amor del abuelo...
Huir, huir, nada loable, nada envidiable...

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