jueves, 24 de marzo de 2011

Erase una vez

Erase una vez una mujer joven joven que conoció a su padre grande grande y el hecho la sumió en la tristeza más oscura.
Siguió caminando y poco a poco se fué adentrando en el mundo adulto, ese que no comprendía del todo bien.
De repente, sin saber bien como conoció a un joven joven, en una mañana fría fría.
El joven y la joven experimentaron emociones que jamás pensaron podrían existir. Como si se conocieran de toda la vida y su vida hubiera sido ya muy muy larga, unieron sus almas en una fugaz y acelerada carrera; en pleno éxtasis fundieron pasado, presente y acaso futuro…

El tiempo no estuvo de acuerdo, les comunicó que pronto habrían de separarse. Y la joven joven comenzó a llorar y llorar.
El joven joven se echó a andar con el dolor a cuestas y la confusión de ambos por los suelos.

Poco a poco, la joven joven creyó olvidar, pero le tenían preparada una tristeza más, al poco tiempo un cruel y despiadado animal se encaprichó con ella; la observó y la observó hasta el punto del acecho.
Este terminó con la posesión forzada de la joven joven, mas no así de su alma.
Llorosa y lastimada la joven dejó de ser tan joven…

En ese instante de desesperación logró hallar al joven que seguía siendo joven.
Pero el joven joven no podía sanar las heridas de ella, porque sus caminos eran muy distintos ahora.
La joven continuó su andar, a cada paso buscaba agradar hasta conseguir que un día él se volviera a fijar en ella, mas nunca lo logró…

Y un día, por fin, la joven se enamoró profundamente hasta convertirse en mujer.
Sin embargo, volvió a equivocarse, y tuvo la necesidad de separarse para proteger aquello que crecía dentro muy dentro de ella.

Nuevamente halló al joven que había dejado de ser tan joven, la acompañó en los tiempos difíciles que se avecinaban, cuando la hubo sentido firme…volvió a marcharse…

Al tiempo, la mujer encontró puerto donde descansar, aunque su pensamiento continuaba distante.
Un día el joven por fin la halló… el corazón de la mujer dió un vuelco… el gusto duró poco, solamente era la notificación de un matrimonio venidero; y la mujer vió en silencio como el joven se convertía en hombre.

Una vez perdida toda esperanza, decidió anclarse definitivamente al puerto donde descansaba.

Los años pasaron, ambos tuvieron descendencia, ambos parecían estables, la realidad era otra. Ella nunca supo por boca de él sus angustias, él conocía hasta sus más íntimos secretos, excepto uno, que es el que nos ocupa hoy.

Al tiempo, él accedió a venderle el corcel blanco que tanto le gustaba a ella, sin embargo, el animal no estaba muy de acuerdo y una noche la derribó de la silla.
La mujer se rompió la pierna, gracias a eso, los médicos detectaron una extraña enfermedad que avanzaba sobre su cuerpo, cáncer decían, ni los brujos más experimentados sabían que hacer…
La mujer y el hombre hicieron a un lado a sus parejas, todo para intentar vencer a ese dragón embravecido.
Las palomas iban y venían con misivas constantes.

Los médicos y los hechiceros se dieron por vencidos. La mujer en su profunda tristeza topó con un chamán.

El chamán vivía en la playa vecina a la que vivía el hombre, pasaron días, noches, semanas, meses… la mujer se curó…

Durante un lapso grande, el hombre y la mujer se escribieron, compartieron vida, pan y queso.
Y las miradas de ambos resultaba de complicidad, en agradable compañía el tiempo se detenía, rindiendo tributo a la pareja que se unía dos veces al año por unas cuantas horas.

El dragón de la enfermedad avistó nuevamente a la mujer, pero ella sabía ahora blandir su espada, jamás pensó en que el dragón pudiera fijar sus ojos en el benjamín; la cobardía la hizo presa.
Volvió a buscar al hombre, pero no lo halló…

…y sin comprender aún su ausencia, ha decidido levar anclas de su amado puerto, revelar todos sus secretos, sin importar las naves que pierda en el camino.
Así se quede solo con una humilde barcaza, perdiendo su imponente flota en el trance de aceptar que ni siquiera su amado puerto pudo hacerla olvidar.
Al hombre hombre que conoció siendo ambos jovenes muy jovenes; y a quien nunca se atrevió a contarle el cuento, por miedo a perderlo, porque prefería callar y observarlo unas cuantas horas cada año.
Por no arrebatarle la felicidad a alguien más…

Y es ahora, justo ahora, que la mujer se abre de capa, decidiendo revelar, sabiendo que quizás jamás sepa la verdad, pues jamás volvió a escuchar de él nada en realidad. Pues las misivas se daban en paz, inconsistente la esencia con la presencia.

Se cansó de hacerse creer que si son almas gemelas, que si estuvieron juntos, que si el tiempo lo cura todo…

La mujer decidió volverse mujer, para ver si así puede ser felíz.

Y entonces, y solo entonces, pueda ser una mujer mujer

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